Nunca
podré olvidar aquel 24 de Febrero.
Como
cada año, Erik y yo solíamos ir al carnaval de Arujo -conocido como
“La Venecia Extremeña”- situado a unos escasos cuatro kilómetros
de nuestro pueblo. Estos dos municipios están unidos por una
carretera que atraviesa un frondoso pantanal, del que se dice que
está embrujado. Siempre me consideré una persona racional, hasta
esa fatídica noche.
A las
18:30 sonó el timbre, era Erik, como siempre llegaba diez minutos
antes. Erik era un vecino mío que tenía síndrome de Down, cuestión
que nunca me importó; era una persona muy inquieta y llena de
vitalidad, cada segundo pasado con él valía el doble. Recuerdo su
entusiasmo y su forma de ver la vida, tan diferente a la mía, como
si perteneciésemos a otro planeta. A pesar de ser tan diferentes nos
entendíamos muy bien por el hecho de ser vecinos y conocernos de
toda la vida.
En
cuanto terminé de arreglarme, nos fuimos a Arujo. Nos llevó el
novio de mi hermana mayor y una vez allí quedamos a las 23:00 para
que nos trajeran de vuelta, pero por desgracia mi hermana se puso
mala y se regresaron antes. Supongo que este fue el inicio que
desencadenó todo lo que vino después.
La
tarde transcurrió con normalidad. Nos juntamos con unos amigos del
instituto que eran de ese pueblo. Vimos el desfile, tiramos dardos
en los puestos, participamos en las tómbolas, etc. En definitiva,
pasamos muy buena tarde y nada nos dio indicios de lo que estaba por
venir.
Cuando
llegó la hora acordada, nos despedimos de nuestros amigos y
caminamos hacia el punto de encuentro. Una vez allí estuvimos un
buen rato esperando a mi hermana y ésta no aparecía. La llamé unas
cuantas de veces y no cogió el teléfono. Erik se dio cuenta de que
me estaba poniendo nervioso ya que sin mi hermana no teníamos forma
de volver a casa. Al rato sonó el teléfono, era ella. Por lo visto
le había sentado mal la cena y regresaron antes, sin avisar y
dejándonos tirados.
Pasamos
un buen rato decidiendo que hacer. Erik quería que pasáramos la
noche de fiesta en la carpa pero yo me negué porque al día
siguiente tenía que terminar el relato para la clase de literatura.
Tras mucho debatir, decidimos regresar a casa andando. Erik no estaba
de acuerdo al principio, pensaba que era una locura y sería mejor
que esperásemos pero como me vio tan decidido a marcharme solo,
decidió acompañarme. Encendimos las linternas de nuestros teléfonos
y comenzamos el camino.
Al
principio el trayecto transcurrió con normalidad, algunos coche
solían pitar, supongo que querían hacer la gracia o los
conductores estaban borrachos. Conforme avanzábamos por la
carretera, nos dimos cuenta de un fuerte olor proveniente de las
marismas. Cuenta la leyenda que durante las noches de verano suceden
cosas misteriosas entre esas aguas milenarias. Los dos sabíamos
esto, pero no creíamos en tonterías. Que ilusos fuimos.
Más o
menos a la mitad del trayecto nos dimos cuenta de que hacía un buen
rato que no pasaba ningún coche. Era una sensación de soledad muy
extraña que unida con el sitio, la oscuridad, el ruido de las aguas
y el susurro de las hojas, causaba horror y espanto. Erik vio mi cara
de terror y me dijo que me tranquilizase que ya faltaba poco. Le hice
caso, intenté pensar en el relato que tenía que escribir cuando de
repente todo empezó.
Escuchamos
un grito agudo que provenía de entre los arboles y echamos a correr.
Cuanto más corríamos, más cerca nuestro sonaba. Erik se paró en
seco, me miró a los ojos y acto seguido corrió hacia el pantano. Al
principio dudé pero cuando me quise dar cuenta ya estaba dentro del
pantano corriendo detrás de él. Aquel grito era cada vez más
insoportable, señal de que estábamos cerca de la cosa que emitía
ese sonido. Seguimos corriendo hasta que Erik se paró en seco,
habíamos dado a parar a una especie de laguna. Justo en el centro
emergía de las profundidades una luz cegadora que resaltaba en la
oscuridad de la noche. Me encontraba tan asustado y fascinado a la
vez por lo que estaba viendo que no me di cuenta de que ya no se
escuchaba aquel grito.
Miré
a Erik y la sensación que transmitía su rostro me dejó helado.
Estaba nervioso, pero a la vez exaltado, como si supiese lo que iba a
pasar y llevase tiempo esperándolo. Le agarré del brazo y le
insistí en que nos fuéramos pero no obtuve respuesta, entonces le
volví a agarrar y tiré de él pero era como si estuviese clavado en
el suelo. Lo intenté de nuevo, esta vez con más fuerza, pero lo
único que conseguí fue caerme al suelo. Le supliqué que volviese
en sí, que regresáramos a casa, pero no se inmutaba, era como una
estatua inerte.
De
repente, la laguna se embraveció originando olas como si fuesen
movidas por un huracán. Del cielo apareció una luz cegadora que
impactó en la luz subacuática. Parecía una especie de portal que
conectaba dos mundos. Aquel grito insoportable apareció de nuevo,
esta vez más intenso, parecía que me iba a explotar la cabeza.
Cuando quise reaccionar ya era demasiado tarde, Erik estaba nadando
hacia el portal. Grité inútilmente con todas mis fuerzas que se
detuviese pero no me hacía caso. Nadé hacía él, pero cuando le di
alcance Erik ya estaba dentro de la extraña luz. Me abalancé hacia
él y fui despedido por los aires por una extraña fuerza,
golpeándome la cabeza con una roca. Lo último que recuerdo, antes
de perder el conocimiento por la conmoción del golpe, fue la visión
de una extraña criatura descendiendo por el torrente de luz.
Desperté
dos días después, tras examinar detenidamente la habitación supuse
que me encontraba en un hospital. Me dolía mucho la cabeza pero lo
que más me preocupaba era Erik.
Mi
familia entró en la habitación. Estaban muy preocupados, sobre todo
mi hermana que me pidió mil veces perdón por dejarme tirado. Me
contaron que fui encontrado entre los juncos del pantanal por un
grupo de guardias civiles. Les pregunté por Erik, dónde se
encontraba, si estaba bien. Nunca olvidaré su reacción.
No
sabían quien era Erik. No me lo podía creer, supuse que era una
broma y seguí insistiendo pero cada vez estaban más preocupados.
Les expliqué que vive dos casas a la izquierda de la nuestra, es
más, ha estado mil veces en casa e incluso le dije a mi hermana que
ella misma le llevó a los carnavales con nosotros, cómo es posible
que no le viese en el coche. No obtuve respuesta.
Mi
madre, asustada, llamó al doctor. Cuando entró en la habitación me
explicó que tenía una conmoción cerebral debido a un fuerte golpe
en la cabeza y que al principio es normal estar desorientado. Me puse
como una furia, no eran alucinaciones causadas por un golpe, Erik era
real y nadie me creía. Me levanté y salí corriendo por el pasillo
hasta que me sujetaron y me inyectaron un sedante. No volví a hablar
durante toda la estancia en el hospital.
Nada
más salir me dirigí a la casa de Erik, no podía más con esta
angustia, pero al llegar todo fue a peor. La casa estaba abandonada
como si nadie la hubiese habitado en años. Aquello me enloqueció
por completo, no tenía respuestas a lo que pasaba, nadie conocía a
Erik, ni mis amigos del clase, ni nadie en el pueblo, además me
atormentaba lo ocurrido en la laguna.
Han
pasado cinco años y desde entonces vivo recluido en mi habitación.
Mi vida no es la misma desde aquellos carnavales. En el pueblo soy
visto como un parásito al que todo el mundo señala y mi cabeza es
un continuo volcán en erupción de pensamientos y preguntas sin
respuestas que me consumen.
¿Quién
era Erik?. ¿Qué sucedió en aquella laguna?.
Me ha gustado bastante, ya que es una historia muy diferente a las demás que he leído de otros compañeros :)
ResponderEliminarMuchas gracias Lupe :)
EliminarMe ha encantado Isma, un abrazoo y sigue así.
ResponderEliminarHola Ismael, tengo por manía cuando comento a mis compañeros hacer comentarios críticos pero contigo me ha pasado algo que hasta ahora no me había pasado y es que quiero leer más, quiero saber más sobre tus historias porque eres un gran escritor. Soy aficionada a la lectura y esas que tienen historias de intriga, sucesos, no es lo mío pero desde luego, me has hecho cambiar de opinión. Felicidades y gracias. Un saludo.
ResponderEliminarHola Arantxa!
EliminarMe has dejado literalmente sin palabras, muchas gracias por tu comentario. La verdad no creo que sea para tanto pero sinceramente me gusta leer estos comentarios tan motivadores.
Te animo a que entres a menudo al blog y leas mis entradas y a que me recomiendas (si lo crees oportuno) al resto de compañeras.
Muchas gracias de verdad. Un saludo, Ismael.